lunes, 3 de marzo de 2014

Bathroom Laughter - Pissed Jeans

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Un aviso de mi administrador de red corporativo en el que me informaba que se negaba a darme acceso a esa página porque había sido bloqueada de acuerdo con las políticas establecidas por mi compañía. Obviamente, se trataba de un error… un error que, de no haber tenido una VPN instalada en mi portátil (mío y administrado por mí, no por mi compañía) o un smartphone (mío, no corporativo) en el bolsillo, me habría impedido preparar adecuadamente la sesión.
Tras poner un correo para notificar el problema – que fue resuelto favorablemente, eso sí, en cuestión de minutos – encontramos la explicación: la lista de bloqueos no está mantenida por mi compañía, sino que proviene de una compañía norteamericana especializada en proporcionar ese servicio. Compañía que, por lo visto, cree que debe bloquear toda dirección que contenga la palabra “Pando”, porque durante algunos años, ese era el nombre de una aplicación de intercambio de archivos voluminosos que utilizaba el protocolo P2P. Esa aplicación cerró sus servidores y su negocio en agosto de 2013. En contraste, Pando Daily, la publicación sobre actualidad tecnológica, lleva funcionando desde enero de 2012, y presuntamente, con su acceso bloqueado sin ningún tipo de sentido en todas las compañías que utilicen los servicios de la empresa que gestiona esa lista de bloqueo.
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Darker Cicles - The Sadies

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Un aviso de mi administrador de red corporativo en el que me informaba que se negaba a darme acceso a esa página porque había sido bloqueada de acuerdo con las políticas establecidas por mi compañía. Obviamente, se trataba de un error… un error que, de no haber tenido una VPN instalada en mi portátil (mío y administrado por mí, no por mi compañía) o un smartphone (mío, no corporativo) en el bolsillo, me habría impedido preparar adecuadamente la sesión. Un aviso de mi administrador de red corporativo en el que me informaba que se negaba a darme acceso a esa página porque había sido bloqueada de acuerdo con las políticas establecidas por mi compañía. Obviamente, se trataba de un error… un error que, de no haber tenido una VPN instalada en mi portátil (mío y administrado por mí, no por mi compañía) o un smartphone (mío, no corporativo) en el bolsillo, me habría impedido preparar adecuadamente la sesión.
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Iggy Pop - Search and Destroy

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El despliegue de tropas rusas en la península de Crimea, fuera de su base de Sebastopol, está siendo retransmitido por los medios y las redes sociales a la misma velocidad con la que se extienden la confusión y la incertidumbre, cuando no la mera propaganda. No faltan los comentaristas de distinto signo que dan por seguro un escenario de guerra abierta, en el que podría incluso implicarse la OTAN; otros recuperan con cierta nostalgia el paradigma de la Guerra Fría, recordando las intervenciones soviéticas en Hungría y Checoslovaquia; y muchos aprovechan los últimos sucesos para trazar una línea de continuidad entre aquel Imperio Ruso a la conquista de nuevos territorios y esta Rusia no tan nueva del siglo XXI. Vayamos por partes.El despliegue de tropas rusas en la península de Crimea, fuera de su base de Sebastopol, está siendo retransmitido por los medios y las redes sociales a la misma velocidad con la que se extienden la confusión y la incertidumbre, cuando no la mera propaganda. No faltan los comentaristas de distinto signo que dan por seguro un escenario de guerra abierta, en el que podría incluso implicarse la OTAN; otros recuperan con cierta nostalgia el paradigma de la Guerra Fría, recordando las intervenciones soviéticas en Hungría y Checoslovaquia; y muchos aprovechan los últimos sucesos para trazar una línea de continuidad entre aquel Imperio Ruso a la conquista de nuevos territorios y esta Rusia no tan nueva del siglo XXI. Vayamos por partes.
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The Police. La sangre no llegó al río.

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Google anuncia una conferencia específica para desarrolladores dedicada a su Project Ara, un proyecto que se inició hace ya bastante tiempo con la adquisición de patentes relacionadas con el desarrollo modular procedentes del fabricante de terminales israelí Modu, continuó con la adquisición de Motorola Mobility en 2011 y la apertura de una línea de colaboración con Phonebloks, y continúa tras la venta de Motorola a Lenovo debido a que la operación excluyó específicamente la división de tecnologías y productos avanzados (ATAP), que se mantiene integrada en Google y gestionada con la misma filosofía que sus famosos moonshots (proyectos ambiciosos en diversos grados de desarrollo como el coche que conduce solo, la red de globos para hacer llegar internet a zonas complicada, o las Google Glass).
Es posible que hayas leído ya artículos sobre Project Ara allá por octubre del pasado año cuando se empezó a desvelar, o incluso que hayas encontrado algún reportaje que trata el tema con algo más de profundidad, como este muy recomendable de Time.
La idea que subyace detrás de Project Ara y que empieza a materializarse de una manera cada vez más clara es el desarrollo de terminales modulares siguiendo una filosofía de hardware abierto que incluiría la comercialización de una base en la que podrían integrarse módulos desarrollados por diversos fabricantes que decidiesen seguir las especificaciones.
En los primeros anuncios, se habla de un terminal reducido a la mínima expresión operativa – sin siquiera conexión celular – por cincuenta dólares, al que poder ir añadiéndole los módulos necesarios para obtener la funcionalidad deseada por el usuario. Además, habría dos bases más de tamaño progresivamente más grande: una más parecida a los terminales actuales, y otra mucho más homologable a los actuales phablets. El tamaño está definido por un endoesqueleto, o endo, una estructura de aluminio con una serie de circuitos destinados a interconectar los distintos módulos entre sí, y que sería el único componente del teléfono con marca Google. A partir de ahí, todo lo demás, desde el procesador a la memoria, pasando por la pantalla o las interfaces de entrada, viene en forma de módulos con conectores retráctiles, y podrían disponerse hasta un total de diez de ellos en la estructura de aluminio.
Un ecosistema así definido podría dar lugar a economías muy diferentes a las actuales, dado que los efectos de la esperada competencia no se limitarían a unidades completas, sino a todos y cada uno de los posibles módulos, alimentando así un esquema que podría generar mucha más innovación y, muy posiblemente, precios mucho más bajos. Hablamos de bajar las barreras de entrada y desagregar la industria para que puedan generarse cientos de miles de fabricantes de módulos, en lugar del pequeño puñado de fabricantes de terminales que existen actualmente. Auténtica ingeniería sectorial, toda una disrupción generada por la tecnología, y sin duda, una fuente de preocupación para quienes ocupan ahora ese espacio.
En el fondo, estamos hablando de un proyecto que, como el ambicioso internet.org iniciado por Facebook, busca acercar la tecnología a muchas más personas, a los próximos miles de millones de usuarios. No solo haciendo descender el precio de la tecnología mediante una plataforma que genere más competencia, sino además posibilitando que muchos componentes del terminal puedan tener una duración más elevada. Alguien que valora mucho las prestaciones relacionadas con la fotografía, por ejemplo, podría, sobre la misma base del teléfono, agregar una cámara mejor, mientras que alguien que prefiere cargar el teléfono de manera más ocasional y que no suele hacer fotografías con su terminal podría optar por un módulo de batería más potente, por inserar dos módulos, o por llevarlos en el bolsillo, porque varios de los módulos se podrían intercambiar en caliente (hot-swappable). O incorporar un teclado físico, esa pieza que tantos echan de menos. O pensemos en cualquier otra posibilidad: otro de los socios en el proyecto es una de las compañías líderes en impresión tridimensional, 3D Systems: si te lo puedes imaginar, se podrá fabricar – y la idea es que el nivel de especialización se desarrolle lo más posible. Esto nos llevaría a terminales que podrían ser muchas más cosas: a la variabilidad que ya de por sí incorporan las apps mediante software, le uniríamos la capacidad de desarrollo de una plataforma de hardware abierto. La idea, de nuevo,no es atacar el mercado más geek, sino ser capaz de ofrecer una propuesta de valor a un precio adecuado a prácticamente cualquier usuario.
En realidad, una idea que sobrepasa con mucho la aparente frivolidad de pensar en un “terminal en piezas”, y que alcanza aspectos de auténtico desarrollo de ecosistema, de reorganización de las industrias implicadas en todo lo relacionado con los smartphones. Si el proyecto te ha parecido interesante y crees que tienes algo que aportar al mismo, puedes apuntarte para ser un Ara Scout.
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The National - Trouble Will Find Me

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Google anuncia una conferencia específica para desarrolladores dedicada a su Project Ara, un proyecto que se inició hace ya bastante tiempo con la adquisición de patentes relacionadas con el desarrollo modular procedentes del fabricante de terminales israelí Modu, continuó con la adquisición de Motorola Mobility en 2011 y la apertura de una línea de colaboración con Phonebloks, y continúa tras la venta de Motorola a Lenovo debido a que la operación excluyó específicamente la división de tecnologías y productos avanzados (ATAP), que se mantiene integrada en Google y gestionada con la misma filosofía que sus famosos moonshots (proyectos ambiciosos en diversos grados de desarrollo como el coche que conduce solo, la red de globos para hacer llegar internet a zonas complicada, o las Google Glass).
Es posible que hayas leído ya artículos sobre Project Ara allá por octubre del pasado año cuando se empezó a desvelar, o incluso que hayas encontrado algún reportaje que trata el tema con algo más de profundidad, como este muy recomendable de Time.
La idea que subyace detrás de Project Ara y que empieza a materializarse de una manera cada vez más clara es el desarrollo de terminales modulares siguiendo una filosofía de hardware abierto que incluiría la comercialización de una base en la que podrían integrarse módulos desarrollados por diversos fabricantes que decidiesen seguir las especificaciones.
En los primeros anuncios, se habla de un terminal reducido a la mínima expresión operativa – sin siquiera conexión celular – por cincuenta dólares, al que poder ir añadiéndole los módulos necesarios para obtener la funcionalidad deseada por el usuario. Además, habría dos bases más de tamaño progresivamente más grande: una más parecida a los terminales actuales, y otra mucho más homologable a los actuales phablets. El tamaño está definido por un endoesqueleto, o endo, una estructura de aluminio con una serie de circuitos destinados a interconectar los distintos módulos entre sí, y que sería el único componente del teléfono con marca Google. A partir de ahí, todo lo demás, desde el procesador a la memoria, pasando por la pantalla o las interfaces de entrada, viene en forma de módulos con conectores retráctiles, y podrían disponerse hasta un total de diez de ellos en la estructura de aluminio.
Un ecosistema así definido podría dar lugar a economías muy diferentes a las actuales, dado que los efectos de la esperada competencia no se limitarían a unidades completas, sino a todos y cada uno de los posibles módulos, alimentando así un esquema que podría generar mucha más innovación y, muy posiblemente, precios mucho más bajos. Hablamos de bajar las barreras de entrada y desagregar la industria para que puedan generarse cientos de miles de fabricantes de módulos, en lugar del pequeño puñado de fabricantes de terminales que existen actualmente. Auténtica ingeniería sectorial, toda una disrupción generada por la tecnología, y sin duda, una fuente de preocupación para quienes ocupan ahora ese espacio.
En realidad, una idea que sobrepasa con mucho la aparente frivolidad de pensar en un “terminal en piezas”, y que alcanza aspectos de auténtico desarrollo de ecosistema, de reorganización de las industrias implicadas en todo lo relacionado con los smartphones. Si el proyecto te ha parecido interesante y crees que tienes algo que aportar al mismo, puedes apuntarte para ser un Ara Scout.
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Mudhoney - Vanishing Point

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Un aviso de mi administrador de red corporativo en el que me informaba que se negaba a darme acceso a esa página porque había sido bloqueada de acuerdo con las políticas establecidas por mi compañía. Obviamente, se trataba de un error… un error que, de no haber tenido una VPN instalada en mi portátil (mío y administrado por mí, no por mi compañía) o un smartphone (mío, no corporativo) en el bolsillo, me habría impedido preparar adecuadamente la sesión.
Tras poner un correo para notificar el problema – que fue resuelto favorablemente, eso sí, en cuestión de minutos – encontramos la explicación: la lista de bloqueos no está mantenida por mi compañía, sino que proviene de una compañía norteamericana especializada en proporcionar ese servicio. Compañía que, por lo visto, cree que debe bloquear toda dirección que contenga la palabra “Pando”, porque durante algunos años, ese era el nombre de una aplicación de intercambio de archivos voluminosos que utilizaba el protocolo P2P. Esa aplicación cerró sus servidores y su negocio en agosto de 2013. En contraste, Pando Daily, la publicación sobre actualidad tecnológica, lleva funcionando desde enero de 2012, y presuntamente, con su acceso bloqueado sin ningún tipo de sentido en todas las compañías que utilicen los servicios de la empresa que gestiona esa lista de bloqueo.
El procedimiento, el mismo que se utiliza en muchas empresas para cuestiones como impedir el acceso a redes sociales o a otro tipo de recursos desde la red corporativa, me lleva a pensar en el tipo de gestión que esas empresas plantean de sus trabajadores: un sistema que si intentas acceder a un recurso donde muchos tenemos información perfectamente relevante y a la que tiene sentido acceder desde tu puesto de trabajo, hace algo así como darte una palmada en la mano que sujeta el ratón al tiempo que te dice “¡a dónde crees que vas, chaval, que te he pillado… deja de perder el tiempo y ponte inmediatamente a trabajar!!”
Vamos a ver: las empresas, por lo general, no utilizan mano de obra infantil. Las personas que trabajan en las empresas son adultas, y generalmente en buen uso de sus facultades mentales. ¿No bastaría con una advertencia, con una política razonablemente clara, bien formulada y que tuviera sentido? ¿No cabe pensar que si accedo a mi Twitter en horas de trabajo puede ser porque cuando veo un enlace interesante ahí, lo marco como favorito para poder acceder a él más adelante? O simplemente, porque me apetece escribir un tweet, y no por ello soy un sinvergüenza que se dedica a despilfarrar el tiempo y los recursos de la compañía. ¿Tiene sentido, en plena era digital y de la deslocalización, que sigamos comprando “tiempo de culo sentado en un asiento” en lugar de factores como habilidad, inteligencia, sentido común, conocimientos o criterio? ¿Realmente alguien cree que si retirase ese bloqueo de su proxy, sus empleados pasarían automáticamente a utilizar la red corporativa para descargarse películas y a pasar todo su tiempo de trabajo leyendo chistes en Facebook? Y si eso es lo que cree que ocurriría… ¿por qué tiene empleados así? Y si efectivamente los tiene, ¿por qué no los pone de patitas en la calle?
Controlar el uso de los recursos corporativos parece algo lógico y normal. Que los trabajadores sepan que el uso de la red es razonablemente monitorizado por el departamento de TI no resulta excesivo, siempre que no lo utilicemos para establecer una suerte de “estado policial”, y permite además desarrollar políticas centralizadas de seguridad – que, como siempre que hablamos de seguridad, tendrían que tener su contrapunto adecuado en la usabilidad. De ahí a pagar por acceder a listas de bloqueos creadas y mantenidas por compañías con criterios rayanos en la paranoia y a gestionar a tus trabajadores como si fueran niños pequeños, va una gran distancia. No solo no es lógico – si tus trabajadores quieren perder el tiempo chateando en una red social, entrarán desde el smartphone que llevan en el bolsillo – sino que acaba por generar la actitud opuesta: si me tratas como a un niño, me comportaré como un niño.
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Gentleman Jesse - Leaving Atlanta

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Un aviso de mi administrador de red corporativo en el que me informaba que se negaba a darme acceso a esa página porque había sido bloqueada de acuerdo con las políticas establecidas por mi compañía. Obviamente, se trataba de un error… un error que, de no haber tenido una VPN instalada en mi portátil (mío y administrado por mí, no por mi compañía) o un smartphone (mío, no corporativo) en el bolsillo, me habría impedido preparar adecuadamente la sesión.
Tras poner un correo para notificar el problema – que fue resuelto favorablemente, eso sí, en cuestión de minutos – encontramos la explicación: la lista de bloqueos no está mantenida por mi compañía, sino que proviene de una compañía norteamericana especializada en proporcionar ese servicio. Compañía que, por lo visto, cree que debe bloquear toda dirección que contenga la palabra “Pando”, porque durante algunos años, ese era el nombre de una aplicación de intercambio de archivos voluminosos que utilizaba el protocolo P2P. Esa aplicación cerró sus servidores y su negocio en agosto de 2013. En contraste, Pando Daily, la publicación sobre actualidad tecnológica, lleva funcionando desde enero de 2012, y presuntamente, con su acceso bloqueado sin ningún tipo de sentido en todas las compañías que utilicen los servicios de la empresa que gestiona esa lista de bloqueo.
El procedimiento, el mismo que se utiliza en muchas empresas para cuestiones como impedir el acceso a redes sociales o a otro tipo de recursos desde la red corporativa, me lleva a pensar en el tipo de gestión que esas empresas plantean de sus trabajadores: un sistema que si intentas acceder a un recurso donde muchos tenemos información perfectamente relevante y a la que tiene sentido acceder desde tu puesto de trabajo, hace algo así como darte una palmada en la mano que sujeta el ratón al tiempo que te dice “¡a dónde crees que vas, chaval, que te he pillado… deja de perder el tiempo y ponte inmediatamente a trabajar!!”
Vamos a ver: las empresas, por lo general, no utilizan mano de obra infantil. Las personas que trabajan en las empresas son adultas, y generalmente en buen uso de sus facultades mentales. ¿No bastaría con una advertencia, con una política razonablemente clara, bien formulada y que tuviera sentido? ¿No cabe pensar que si accedo a mi Twitter en horas de trabajo puede ser porque cuando veo un enlace interesante ahí, lo marco como favorito para poder acceder a él más adelante? O simplemente, porque me apetece escribir un tweet, y no por ello soy un sinvergüenza que se dedica a despilfarrar el tiempo y los recursos de la compañía. ¿Tiene sentido, en plena era digital y de la deslocalización, que sigamos comprando “tiempo de culo sentado en un asiento” en lugar de factores como habilidad, inteligencia, sentido común, conocimientos o criterio? ¿Realmente alguien cree que si retirase ese bloqueo de su proxy, sus empleados pasarían automáticamente a utilizar la red corporativa para descargarse películas y a pasar todo su tiempo de trabajo leyendo chistes en Facebook? Y si eso es lo que cree que ocurriría… ¿por qué tiene empleados así? Y si efectivamente los tiene, ¿por qué no los pone de patitas en la calle?

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